Vía Asamblea Anarquista del Biobío:
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Wallmapu en alerta: huelgas de hambre y avanzada racista
Es común escuchar en estos días lo que sucede en Wallmapu como el «conflicto mapuche», una definición en concordancia con la postura del poder, que desde su concepción ha monopolizado el discurso. Esto no es nuevo, en el siglo XIX cuando nacía el Estado chileno, desde el poder hablaban de “pacificación de la Araucanía”, lo mismo cuando llegaron los imperialismos inca y español declarando la guerra. Pero las invasiones al territorio mapuche no se limitan a cuestiones bélicas, sino que implican un choque civilizatorio entre formas culturales jerárquicas-autoritarias, como las imperialistas y formas no estatales-federativas, como las practicadas por las diversas comunidades mapuche. Siguiendo la costumbre occidental, el acto fundacional del Estado chileno se basa en la centralización del poder en una estructura, con una “raza”, una lengua oficial y un territorio determinado. La expansión del imperio de la ley ha provocado la reducción y división del territorio mapuche junto con la culturización patriarcal y el establecimiento de las relaciones sociales capitalistas, que determinaron históricamente la campesinización de las comunidades y la proletarización mapuche en las urbes.
El proceso de revitalización cultural mapuche y lucha por la tierra que tomó fuerza desde la década de 1990, ha recibido como respuesta desde el poder el racismo judicial, montajes, militarización y muertes. El actual episodio nos muestra las incoherencias del imperio de la ley, ya que los 27 presos políticos mapuche, entre los que se encuentra el Machi Celestino Córdova, solicitan al gobierno cumplir con la protección de los derechos que el Estado prometió garantizar mediante el convenio 169 de la OIT. Para hacerse escuchar han recurrido a interminables huelgas de hambre que ponen en peligro su vida.
Ante la oleada de acciones en solidaridad con los presos políticos mapuche, como fue la toma de cinco sedes municipales en la provincia de Malleco por parte de manifestantes mapuche, el sector terrateniente, empresarial y segmentos facistoides de la sociedad chilena reclamaron mayor represión y “mano dura” al ministro del interior Víctor Pérez en su visita a la zona el pasado 31 de julio. Como resultado, a la noche siguiente se registró el ataque racista de civiles armados en los municipios tomados, incluyendo linchamiento a manifestantes mapuche y cánticos racistas, ante la complicidad de la policía chilena que no les controló estando en pleno toque de queda por el coronavirus.
Esta situación es muestra de la polarización creciente que mantiene al Wallmapu en alerta, pero que suma a un nuevo actor encarnado en una derecha civil dispuesta a pelear en las calles. En esa línea se desarrolló el paro de camioneros a principios de agosto, que motivó a Piñera a presentar la ley “Juan Barrios” que endurece penas por quema de camiones y emplazó al Congreso a aprobar proyectos en materia de seguridad.
En un contexto marcado por la revuelta popular iniciada en octubre de 2019, el plebiscito constitucional programado para octubre próximo y la derrota del gobierno en la batalla por el retiro del 10% de los fondos de pensiones para enfrentar la pandemia, el respaldo ciudadano al gobierno está por el suelo. Por ello, la reacción gubernamental ante la escalada de protestas en Wallmapu puede significar un nuevo elemento aglutinador para la derecha.
En el choque civilizatorio, lo que el Estado no puede absorber y controlar, lo combate. Por ello la izquierda, como restauradora de la institucionalidad burguesa en tiempos de crisis, apunta a la solución del conflicto mediante el reconocimiento de los pueblos originarios en un Estado plurinacional, además de promover que tengan escaños reservados en el proceso constituyente que se aproxima. La autonomía territorial y el autogobierno no son posibles en el imperio de la ley.
Debemos reconocer la lucha mapuche como esencial para la liberación de los pueblos, ya que la reivindicación por territorio y autonomía, y la cosmovisión en la cual se funda, en cuanto a la defensa y cuidado de la tierra, va en contra de la concentración del poder en el Estado, la reproducción del capital y la destrucción desenfrenada de los bienes comunes mediante el extractivismo. La lucha mapuche coloca en un plano concreto la realización de una política que prefigura a las comunidades organizadas en equilibrio con el resto de la vida.
Es por esto que, desde las luchas por las tierras del Wallmapu, urge la necesidad de expandir las fronteras autonómicas más allá del Bío-Bío, ejerciendo en nuestro ahora una solidaridad activa con las reivindicaciones de las y los oprimidos por las estructuras autoritarias, colonialistas, capitalistas y patriarcales, como lo es el pueblo mapuche en su enorme diversidad de expresiones. Concretando acciones de adhesión tanto en las calles como desde las expresiones orgánicas antiautoritarias y desde la construcción cotidiana del provenir común de la humanidad.
Asamblea Anarquista del Biobío.
Agosto 2020.
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