En mayo del 2016 fue la rebelión chilota del siglo como reacción a la catástrofe ambiental social y económica que vivía el Archipiélago.
Se ha cumplido un nuevo aniversario de una de las movilizaciones históricas en Chile que se prolongó por 17 días como reacción catástrofe relacionada a la proliferación de una marea roja y el vertimiento en los mares de miles de toneladas de salmón descompuesto.
“No hay culpables, a pesar del Supremazo de 2018 que nos dio la razón calificando el vertimiento de “ilegal” reconociendo que la institucionalidad ambiental no funcionó” (J.C. Viveros, Defendamos Chiloé).
17 días de movilizaciones que partieron el 2 de mayo del 2016. Hace siete años, una de las más grandes, extensas y pacíficas que ha ocurrido en Chile, bloqueó 250 kilómetros de la ruta 5 en el archipiélago de Chiloé, manifestaciones en sus diez comunas y las protestas solidarias en diversos puntos del país “No es marea roja, es saqueo empresarial”, “Defendamos el mar del saqueo empresarial” se consignaba así por hechos que siguen impunes y que afectó a miles de personas en sus actividades productivas y económicas, como la pesca artesanal, la recolección, el turismo, entre otras.
Se estaba frente al florecimiento de algas (FAN) más nocivo en la historia del archipiélago de Chiloé, generando una masiva mortandad de salmones que fueron vertidos al mar. Este FAN, ocurrido entre febrero y marzo del 2016, fue seguido por otro del micro alga Alexandrium catenella – inédito por su toxicidad y extensión–, el que contaminó las aguas costeras y los recursos bentónicos insulares, base de la vida económica, social y la alimentación de la sociedad chilota. Sus consecuencias tuvieron múltiples aristas.
Juan Carlos Viveros es miembro fundador y vocero del movimiento Defendamos Chiloé, instancia que, ha sido activa en la defensa y protección del territorio insular de Chiloé, así como en la visibilización de propuestas de sustentabilidad y conservación, junto a la constante denuncia sobre los impactos que vienen generando actividades industriales extractivistas en el archipiélago y la Patagonia Austral. El dirigente rememora: “En ese recordado 2 de mayo comenzaba la rebelión chilota del siglo, un estallido social basado en la indignación por el evento de marea roja más grande que jamás habíamos visto, que luego descubriríamos que estaba siendo potenciado por la muerte de miles de toneladas de salmones, unas 50.000 toneladas, de las cuales cerca de 9000 fueron arrojadas frente a Ancud”.
Agrega: “nos mataron el mar” era la frase que recorría las barricadas de todo el archipiélago, en las marchas multitudinarias, refiriéndose al crimen ambiental que la institucionalidad pública (Directemar) había autorizado a las empresas salmoneras, a solicitud de SalmonChile”, señala el dirigente.
Sin embargo, las advertencias y la preocupación desde las organizaciones chilotas venían dese mucho antes que ese mayo de protestas y movilizaciones. A mediados de marzo del 2016, asociadas a la Red Sindical Chiloé, aseguraban que la muerte de salmones por el bloom de micro algas fue ocasionada por las malas prácticas medio ambientales de la propia industria.
iveros calificaba los hechos como un terremoto ambiental, identificando que tiene una serie de origen en las malas prácticas y exigía que la industria pague y mitigue los daños, existiendo enorme preocupación por la afectación a numerosos trabajadores de los centros salmoneros, así como a diferentes sectores de la industria.
Hoy, el vocero de Defendamos Chiloé, recuerda esa advertencia que hacían junto a diversas otras organizaciones: “Recuerdo perfectamente como en el mes de marzo de 2016 , desde Santiago nos avisaban que está ocurriendo una mortalidad masiva de salmones y que los estaban arrojando descompuestos, con químicos, en el mar del archipiélago. Como una especie de presagio, junto a sindicatos de las mismas salmoneras y otras organizaciones chilotas, convocamos a una conferencia de prensa en Castro a mitad de marzo. Allí señalábamos la gravedad de los hechos y exigíamos “no más terrorismo ambiental”. En abril la cosa fue creciendo, hasta llegar a mayo”.
Historia de una catástrofe
En Chiloé, durante febrero y marzo del 2016, producto del Florecimiento Algal Nocivo (FAN) de la especie denominada Pseudochattonella sp., que se relaciona con la denominada “marea roja”, se afectaron 45 centros de cultivo de salmones (16% del total de centros activos) de 7 Agrupaciones de concesiones de salmónidos (ACS). Las empresas involucradas fueron 14 (53% del total de empresas), con mortalidades que ascendieron a unos 25 millones de peces (más del 10% del total de peces sembrados), equivalente a una biomasa de 40 mil toneladas aproximadamente. La principal especie afectada fue Salmón del Atlántico representando el 94% del total de la mortalidad.
La mortandad señalada por Sernapesca fue de 40 mil toneladas de peces durante el mes de febrero e inicios de marzo del 2016. Se señaló que fueron destinados a plantas elaboradoras de harina de pescado el 57,1%, y otro porcentaje, el 30,3% a vertederos en tierra y lo demás habría sido destinado a vertimiento marino.
El día 3 de marzo del 2016, SalmonChile presentó a la Autoridad Marítima una solicitud de vertimiento al mar con cerca de 11 mil 600 toneladas, argumentando que las plantas procesadoras ya no daban abasto y que sacarlas por vía terrestre implicaba un grave riesgo a la salud de las personas por el deterioro de las mortalidades.
La Autoridad Marítima dictó la Resolución DGTM Y MM ORD.N°12.600/05/114 VRS con fecha 04 de marzo de 2016, que “Otorga permiso para efectuar vertimiento de emergencia de desechos de pescado en la jurisdicción de la Gobernación Marítima de Puerto Montt”, estableciendo como cantidad autorizada 9.000 toneladas de recursos.
De esta forma, como si los mares fuesen un vertedero, una cantidad indeterminada de salmones podridos desde los centros de cultivo fue vertida. Sobre esto, la sobrecarga de nutrientes y materia orgánica en cantidades que superan las capacidades del ambiente para absorber, reciclar o dispersar este ingreso de nutrientes, no solamente implicaba eventos de afloramiento de microalgas, sino además la aparición de condiciones anaeróbicas en este sistema, condiciones que habrían causado mayores alteraciones y perjuicios a los embates de la marea roja y asimismo, una grave contaminación y mortandad directa a diferentes especies causa de los desechos salmoneros.
El uso de químicos como POLIFEN 7 que es de color VERDE y que se utiliza para tratar población muerta de peces de la industria salmonera y los antibióticos que la industria acuícola viene utilizando en los monocultivos de salmones, también fue motivo (y sigue siendo) de enorme preocupación en las respectivas consecuencias a la vida acuática.
La catástrofe ambiental llevó asimismo a una enorme mortandad de especies marinas, incluyendo peces, bivalvos, lobos marinos, entre otros. Diversas organizaciones ante diversas instancias como Tribunales Ambientales, la Superintendencia del Medio ambiente, la Brigada de delitos Ambientales de la PDI, Sernapesca y Tribunales Penales, exigían la determinación de responsabilidades, requiriendo estudios independientes, científicos, transparentes, que determinaran los impactos ambientales con respecto a la magnitud de desechos salmoneros en las costas de Chiloé y de los peligros reales para el medio ambiente, la salud pública y las condiciones de vida de la población.
Reacciones ante la impunidad
Juan Carlos Viveros de Defendamos Chiloé, a siete años de esta catástrofe, ante la falta de determinación de responsables, señala: “A 7 años de acontecido el Mayo Chilote, la sensación es de decepción y tristeza. No hay culpables. A pesar del supremazo de 2018 que nos dio la razón calificando el vertimiento de “ilegal” reconociendo que la institucionalidad ambiental no funcionó (SMA, MMA , sernapesca, Armada, servicio de salud) vemos como siguen aconteciendo hechos vergonzosos no solo en Chiloé, sino que ahora también en Aysén y Magallanes, incluso dentro de áreas legalmente protegidas”.
Agrega Viveros: “Escapes de peces, exceso de uso de antibióticos, sobreproducción, falta de oxígeno, fondos marinos muertos, siguen siendo “el pan de cada día”.
A la fecha de los acontecimientos, Alejandro Navarro, hoy exsenador, había asumido recientemente la presidencia de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara Alta y fue una de las voces activas desde el Congreso para poner en alerta sobre los impactos de la industria: “Existen estudios chilenos, españoles, alemanes, escoceses y japoneses que asocian a la sobreproducción, tal como se realiza en nuestro país, al descalabro ecológico por algas dañinas”, agregando: «ya no pueden seguir mintiendo ni ocultando información, la verdad está a la vista», denunciaba con respecto a la situación en Chiloé, anunciándose acciones legales en los tribunales ambientales.
Navarro señaló: «tenemos mucha evidencia científica que corrobora que la salmonicultura intensiva provoca eutrofización. Esta consiste básicamente en el colapso de los ecosistemas por la excesiva carga de nutrientes generados por la sobreproducción, tanto en lagos como en fiordos», recordando lo sucedido en Chiloé: “Fue mucho más que marea roja y mucho más que un tema de pescadores.”
Sin embargo, sobre el vertimiento de los salmones muertos en los mares de Chiloé y la falta de determinación de responsabilidades, el hoy exparlamentario es cauto: «pese a que miles sienten que esto influyó desmesuradamente en la agresividad y extensión de la Marea Roja, casi no quedaron rastros de aquello, por lo que algunos científicos han planteado que la única forma de corroborar esta tesis es con experimentos que recreen las condiciones del momento en que se botaron los peces en descomposición».
Por su parte, María Paz Villalobos Silva, Bióloga Marina, Investigadora independiente, quien “durante años ha intentado decirles a los habitantes del borde costero que se sienten a planificar su propio desarrollo, que deben preguntarse cómo quieren la vida en el futuro, que deben hablar bien fuerte para validar su palabra y que deben pelear por cada uno de sus derechos”, indicado así en sus reflexiones sobre Chile, la salmonicultura y la crisis del modelo, al considerar la catástrofe ambiental que se vivió en Chiloé del 2016, comparte la siguiente mirada: “Este conflicto social, esta catástrofe ambiental de incalculable magnitud e impacto, esta invasión de proyectos de todo tipo de extracción de recursos, tiene responsables directos, tiene factores concretos, tiene registros, antecedentes, eventos reconocibles en el imaginario colectivo actual”.
La bióloga se pregunta: “¿Por qué esperar las palabras de la ciencia para reconocer los factores antrópicos que gatillaron una crisis social y ambiental que ebulle hace décadas en la misma zona? Una crisis que tiene registros concretos de impactos de la industria salmonera en las condiciones físico-químicas que permiten la vida en la columna y el piso de un cuerpo de agua. La ciencia nos aporta una mirada, nos describe y nos conecta fenómenos, nos ayuda a tomar decisiones, está a nuestro servicio como sociedad. La ciencia no puede responder por la serie de eventos y toma de decisiones erradas y en abierta corrupción y compra de consciencias, que han tomado nuestras autoridades históricamente, para liberar el camino a la expansión salmonera sin límites, mientras recibe informes y demandas, durante años con infracciones, incumplimientos, malas prácticas y registros de condiciones anaeróbicas bajo los centros de cultivo, que hoy simplemente no permiten el desarrollo de la vida bajo el agua”.
Por Territorios Comunicaciones.
Imagen portada Fotografía transición.
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