De Goebbels, jefe de propaganda nazi, se heredó la máxima “miente, miente que algo queda”, sus técnicas no son distintas a las del origen del marketing, con James Vicary, quien se hizo famoso con su oferta de “mensajes subliminales”.
La noche del 1 de agosto aparentó reventar el racismo en cada pueblo del sur. Desde la ocupación del territorio mapuche por Chile, ha habido militares con mandatos jurídicos y ejecutivos; los mapuche han sido marcados, el chileno acusa al menos no ser mapuche para resignarse a la pobreza. Es más, con las becas indígenas o compra de predios de reparación, es común que los chilenos reclamen de que a ellos nada les toca, no importa que se les muestre que el presupuesto indígena ha bajado, que acá hubo un genocidio.
No hubo un estallido racista chileno, lo que ocurrió fue una operación que no podría haber sido posible sin “toque de queda”. En Curacautín no hubo más de 50 personas, que, sin la anuencia de Carabineros, no podrían haber sacado a los mapuche, sencillamente porque los mapuche estaban con sus familias y luchando por sus familiares. Todos los mapuche somos parientes, incluidos los que están en huelga. No es lucha de mercenarios, sino de afectos. Más la operación tuvo efecto: sembrar el terror patentizando nuestra condición de minoría.
Efectivamente los mapuche somos los condenados de la tierra, porque tenemos apellidos que nos bautizan indelebles, esa es la diferencia con los chilenos: no racial, aunque expliquemos que las razas no existen; no fisonómica, aunque expliquemos que no hay predeterminaciones; no fenotípica, aunque expliquemos que hay mapuche de todos los colores. Es triste el bajo nivel cultural, persisten estereotipos de tiempos racistas de la medicina, decimonona.
El punto es que se trató de un dispositivo orquestado, con total implicancia de Carabineros, y alta responsabilidad política. Es sembrar el terror cuando al día siguiente el subsecretario menciona el tema del cuidado de los niños, a sabiendas del crimen de Estado que constituye el Sename, que hay una denuncia de genocidio en La Haya por secuestro de niños mapuche en dictadura, más de mil niños vendidos en Europa. Nada más aterrorizador que una amenaza tácita de que se llevarán los hijos.
Más llama la atención que ante el fallecimiento de una madre e hija en Ercilla, se produzcan noticias falsas, obviamente ante el aparente suicidio se levantan suspicacias por el caso de asesinato de Macarena Valdés. Pero en esta ocasión, se tergiversan noticias: a las pocas horas algunos medios alternativos y redes sociales toman una cuña de una entrevista publicada por El Mostrador correspondiente al año 2018 de la dirigente territorial Gloria Quiñelen, y se difunde con un titular sensacionalista al caso. La noticia se viraliza, aunque la dirigente aclara mediante video que ella no es la persona fallecida y que se compartía irresponsablemente la entrevista de aquella época como fake news.
Luego, un nuevo montaje, la foto de una madre con su hija con vestimenta tradicional era viralizada, tampoco importó el desmentido por las mismas lamgen de la foto, que son otras personas. Qué fácil pueden manipularnos; el objetivo: generar estado de pánico colectivo. A las horas, dos nuevas noticias inventadas, una de una foto de trampa vietnamita combinada con video de carabinero cayendo en su moto en entrenamiento, diseño que se lo creyó hasta un diputado; y otra de una supuesta protesta mapuche en contra de la CAM, que en realidad correspondía a una foto de una movilización con un cartel arrancado a la patronal. Siempre ha habido fake news, pero aquí se trató de montajes en solo unas cuantas horas.
Buscando data, consultamos a Radio Kvrruf, por el incremento de ataque de trolls y bots desde el 28 de julio. Nos respondieron que los bots habían aumentado mucho, tienen que borrar veinte diarios, sumado a perfiles falsos, la tarea de limpieza ha sido enorme. Los bots son “software que efectúan determinadas repeticiones por internet”, los perfiles falsos, personas que crean en Facebook cuentas para generar tendencias, “eco”, por así decirlo. Hay modus operandi.
En noviembre del 2019, la U de Chile dio a conocer un estudio de génesis de opinión pública: “Las fuentes que entregaron mayor confianza (…) son: Vecinos y/o amigos con un puntaje de 6.7 en una escala de 1 a 10. Le siguen las radios con 6.0, las redes sociales con 5.9, los diarios con 4.2 y los noticiarios de televisión con 3.6”. Las “redes sociales” gravitan; por supuesto que el criterio de rebotar noticias es clave: el generalizado Síndrome de Proscuto –no dejar destacar, “envidia”– o el diversionismo –algunos individuos especialistas en encontrar errores menores en las organizaciones logrando ahogar los avances centrales– en el marco de herida de salud mental que deja la pandemia-cuarentena, están al dente.
La ética del cuidado de sí y de lo comunitario, es crucial para el ejercicio de la libertad. Pero también hay un problema de Derechos Fundamentales: que los modus operandi sean efectivamente responsabilidad de una gubermentalidad que en crisis no trepida en transgredir la legalidad. Efectivamente, frente al reciente incendio de camiones en la Comuna de Padre las Casas, es sano advertir que ya hubo un incendio simultáneo, calificado bajo el concepto de montaje en el juicio de la Operación Huracán, año 2018. Efectivamente, con la cantidad FF.AA., apertrechados de carísima tecnología: ¿como se puede explicar el aumento de “atentados” incendiarios?
Todo implica la necesidad de participación de analistas internacionales subalternos al derecho internacional, porque la guerra psicológica es incompatible con la democracia, así como la paz no es la simple ausencia de ruido en cementerios y vertederos.
Por Vicente Painel Seguel
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