Nosotros, comunidades, pueblos tradicionales y profesores-investigadores de Brasil y de América del Sur, reunidos en la Amazonia, en la ciudad de Marabá, entre los días 8 al 11 de noviembre durante el VI Encuentro Tierra y Territorio: Superando Fragmentaciones, Tejiendo Redes de Vida; teniendo en cuenta nuestras responsabilidades frente a la vida y la humanidad, queremos manifestar públicamente nuestras preocupaciones, fruto de 4 días de intensa reflexión frente a los desafíos que se nos presentan en el nuevo escenario político de la coyuntura brasileña, latino-americana y mundial.
Nos manifestamos desde la Amazonia, región que por sus características metabólicas y socioculturales tiene gran relevancia para los destinos de la vida en nuestra casa mayor: el planeta, y para la humanidad. Lo hacemos a partir de un rico acervo de conocimientos forjados por etnias, pueblos y nacionalidades que habitan la región hace más de 10 milenios, enriquecidos con la contribución de campesinos que vinieron de varios lugares de Brasil y del mundo, a habitar nuestras vegas y tierra firme, y en diálogo con cientistas que saben que no hay vida sin conocimiento y, por eso, dialogan con estas tradiciones de conocimiento; por tanto, estamos lejos de un vacío demográfico como colonialmente se piensa fuera de nuestra región y, al contrario, estamos frente a una región diversa, densa en horizontes más justos para la vida. Todo esto nos coloca responsabilidades, nos obliga y autoriza a alertar a la comunidad brasileña, latino-americana e internacional, de las amenazas que nos cercan.
El Sur y el Sudeste de Pará, desde donde nos manifestamos en este momento, viene siendo, hace 40 años, objeto de un proceso social y económico marcado por extrema violencia y devastación, teniendo como eje la mercantilización de la vida por los negocios del agro, que forja una concentración del suelo alarmante y violenta, ya sea por los negocios del agua que cambian el sentido de los ríos y destruyen comunidades, o sea por la mayor planta de extracción mineral en operaciones en el mundo que, para llevar hierro a los principales centros industriales del mundo, saquea riquezas retirando las condiciones de existencia a innumerables comunidades y pueblos tradicionales; o también, para la producción de carbón vegetal y la formación de pastizales para la expansión de monocultivos. Este complejo de devastación y violencia ha consumido la más densa selva del mundo. Cuánto azaí, cuánta bacaba, cuánto taperebá, cuánta pupuña, cuánta castaña, entre otros muchos frutos, han dejado de alimentar a tanta gente, sólo para garantizar la saña de acumulación de capitales irresponsable con los destinos de la vida humana y no-humana. Los efectos perversos de este proceso social, sentidos principalmente por los pueblos originarios indígenas, por los quilombos y por los campesinos de la región, no se restringen a ellos, sino que se propagan por el continente y el mundo, por la función que la selva amazónica cumple para el equilibrio metabólico de nuestro planeta; sobre todo, por el agua que, por evapo-transpiración, irriga amplias regiones del país, del continente y del mundo. No son pocas las ciudades no-amazónicas que ya acusan la falta de agua para su abastecimiento, por la devastación producida con tanta violencia contra la selva Amazónica y sus pueblos.
Alertamos sobre las amenazas que se ciernen a partir del nuevo escenario político brasileño, en el que las nuevas autoridades hablan abiertamente en hacer retroceder los compromisos ambientales asumidos hasta ahora por Brasil, como el abandono de los Acuerdos de París, así como las abiertas amenazas de etnocidio contra los pueblos indígenas y quilombos al no reconocer sus modos de vida y sus formas comunitarias, en una visión reduccionista de la riqueza de la especie humana al pretender, colonialmente, reducir la vida social al individuo, a la propiedad privada y a la idea de que todo se resume a la compra y venta para ganar dinero. El escenario también preocupa, por la descabellada amenaza de tipificación de movimientos sociales, como el movimiento de los trabajadores rurales sin tierra, el movimiento indígena y quilombola, como terroristas, demostrando que la función social de la propiedad y los instrumentos de justicia social que se construyeron en nuestra joven democracia, se encuentran abiertamente amenazados. Los asentados de la reforma agraria que, con mucha lucha, sangre y lágrimas consiguieron conquistar 85 millones de hectáreas de tierra en todo el territorio nacional y que abonaron la tierra de justicia, se encuentran en el centro de la amenaza. Lo mismo se extiende a todas las comunidades y pueblos tradicionales que, aunque insuficientemente, venían comenzando a ser conocidos y respetados en su dignidad de grupos diferenciados y que, en su mayoría, también tienen la práctica de hacer uso común de la tierra, del agua, en fin, de las condiciones necesarias de reproducción de la vida. Enfatizamos la importancia del cuidado que mantienen, no sólo la vida, sino los modos de vida de cada comunidad. Las mujeres siempre han tenido papel primordial en la producción y en el cuidado de la vida de las nuevas generaciones; papel este que, a pesar de tamaña centralidad de proporcionar la propia existencia de la comunidad, siempre ha sido invisibilizado. Las violencias cotidianas o puntuales, físicas o emocionales, que afectan a las mujeres y se suman a las dificultades de un camino ya de por sí, arduo, necesitan ser combatidas por todos, no sólo por ellas. La cuestión de género necesita ser reconocida en su peso, y requiere ser debatida con los jóvenes en las escuelas, por ejemplo, sin que aquellos que traen el debate de género puedan sufrir persecución ideológica. Para que los cambios de camino inunden a toda la sociedad, es necesario que los jóvenes formen parte del debate.
Reiteramos la necesidad de políticas de estímulo y valorización de los jóvenes que, sin embargo, sólo tendrán sentido con un horizonte ético para la vida en libertad, igualdad y respeto a la diversidad étnico-cultural. Nos preocupa la visión militarizada y de enfrentamiento de la seguridad pública en un país cuyos números alarmantes de asesinatos (más de 62 mil en el año 2017), tiene como principales víctimas a los jóvenes pobres y negros de las periferias urbanas, donde crece la nefasta presencia de milicias y donde no es raro que estén involucrados miembros de las fuerzas policiales. Racismo y machismo deben ser encarados como lo que son, como problemas profundamente estructurales, que influencian los caminos que seguimos, caminos estos, que debemos reconstruir para seguir viviendo.
Alertamos, además, sobre las amenazas que se ciernen en contra de todas las prácticas de educación popular de estos pueblos y comunidades, que colocaron procesos de formación en el centro de sus búsquedas y, para ello, siempre se apoyaron e interactuaron con el sistema público en los diferentes niveles de enseñanza. En varias regiones del país surgieron experiencias exitosas de relación entre la enseñanza pública y los intereses de los grupos sociales en lucha por justicia y dignidad que, en este momento, se encuentran bajo la amenaza de profundización de una irresponsable visión privatizadora ya en curso. La educación del campo, la educación escolar indígena y todas las interacciones entre comunidades, movimientos y las universidades que honran valores que respetan la dignidad de los diferentes grupos sociales, se encuentran bajo la amenaza de una visión política de la educación que la quiere como negocio y adoctrinamiento, exactamente cuando se habla de la “escuela sin partido”.
En fin, no sólo la Amazonia viene siendo objetivo de un proceso de desarrollo que quiebra el compromiso de las comunidades y pueblos en sus territorios de vida. La presencia entre nosotros del pueblo mapuche que habita al sur de Chile y de Argentina; del pueblo wayuu y añuu, que habita al occidente de Venezuela, así como de colombianos, bolivianos y peruanos, nos hace ver que está en curso un violento proceso expropiatorio que busca desterritorializar estos pueblos y comunidades, para saquear las minas de su subsuelo, extraer el gas y el petróleo de sus entrañas, explotar sus suelos con monoculturas para exportación; en fin, para mantenernos en la condición de suplidores de materias primas para los centros geográficos más dinámicos del sistema mundo capitalista que nos habita hace más de 500 años!
Convocamos a todos y todas a mantenernos alertas frente a estas amenazas. Contamos con la solidaridad de todos y todas conscientes de nuestra responsabilidad de mantener la diversidad de la vida con la diversidad de nuestras prácticas culturales.
Por la Vida, por la Dignidad y por el Territorio, así se manifestaron en las calles los pueblos indígenas y campesinos de Bolivia y de Ecuador en los años 1990. Más que desarrollo queremos Vida en Plenitud (Suma Qamaña, Sumak Kausay …), lo que implica respetar diferentes modos de estar en el mundo. Así es la vida, así es la humanidad: diversa! Vida Larga a los Mapuche, a los Wayuu-Añuu, a los Xavante, a los Gaviones, a los Faxinalenses de Paraná, a los Agricultores y Agricultoras Amenazados por la Represa en Guapiaçau (Rio de Janeiro), a los quilombos de Bracuí, a las Asentadas y Asentados del Asentamiento Agroecológico del Contestado (MST-Paraná), a las Comunidades de Fundo y Fecho de Pasto de Bahia, a las Marisqueras de Sergipe, a las Asentadas de Alagoas, a las Catadoras de Mangaba de Sergipe, a las Curanderas de Paraná, a los Asentados y Asentadas del Asentamiento Palmares y el Asentamiento 26 de marzo (MST-Pará). Somos como el agua que no se quiebra, que se conforma a las circunstancias, se infiltra, se moviliza con las mareas en diálogo con la Luna, emerge como fuente, da la vida y tiene al cielo como limite. Vuelve a la Tierra y alimenta nuestra mesa y nuestros sueños!
Marabá, Amazônia 11/11/2018
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