El pasado 29 de marzo, en el marco del día del joven combatiente, fui puesto en prisión preventiva por la policía, quienes me adjudicaron el porte de una bomba molotov inexistente. Tan solo una botella, un pedazo de tela y las hábiles manos policiales fueron suficientes para confeccionar una causa penal con el fin de dejarme preso.
La actual Ley de control de armas (N °17.798) es sumamente severa con la utilización de este tipo de artefactos. Basta tan solo la presunción o el porte de materiales para confeccionarlos para ser condenado a tres años de cárcel. Esto no es azaroso: la única motivación para aumentar la calificación penal de las bombas molotov es frenar las protestas y el descontento que día tras día se expresa en las calles, en los liceos y poblaciones. Es para sembrar el terror y el miedo que el Estado endurece sus leyes.
Es común por aquí que lxs fiscales y policías, ministrxs de fe en los procesos judiciales, “encanen” a lxs luchadorxs con causas políticas, que “carguen” con pruebas falsas los archivos, que inventen situaciones, que declaren mentiras, que fantaseen en sus alegatos, que llamen a la prensa, que usen sus leyes para secar a la clase explotada en la prisión. Legitimados por todo el aparato represivo, lxs jueces, fiscales, abogadxs y policías regalan años de prisión como si fueran velas para un triste cumpleaños. Su objetivo es castigar a todx individux que se rebele contra el orden imperante, haciéndolx ejemplo ante la población del horror que se encarna detrás de las rejas.
Una vez que unx burócrata te regala la prisión preventiva, te obligan a aceptar con signos de muerte tu futuro devenir. Una vez que te regalan años de cárcel no queda más que asumir y afrontar la cana en tu vida. Las escuelas y los zoológicos no son más que el reflejo de una sociedad demasiado acostumbrada a las cárceles como aparato punitivo, una manifestación más de la hegemonía del poder, donde opera la ley del más fuerte y nos subordina al principio de autoridad.
Al Estado sólo le importa castigar: no importa a qué costo ni cómo ni a quién. Actúa con impunidad y con total libertad. Sus burócratas, leyes y maquinaria represiva funcionan automáticamente. Sus mentiras son verdades en sus leyes. De esta manera puede aplicar su poder para dejar presx a alguien sin pruebas verídicas contundentes. No hay bencina, no hay enfrentamientos, ni menos una mochila con una bomba molotov lista para usarse. Simple y llanamente no hay pruebas de nada, solo un cuerpo que se escabullía en la noche de aquel 29 de marzo y la orden del Estado de encarcelar a cualquiera, de materializar una vez más su fuerza represiva en una fecha conflictiva y de lucha. Lo único que existe es una foto en la que se plasma la ficción de una bomba molotov inexistente en una mochila inexistente. Una causa para encerrarme durante ya casi 4 meses y quién sabe durante cuánto tiempo más. Asumo mi situación teniendo el conocimiento de cómo actúa el Estado a través de sus perros guardianes: la cárcel es una realidad que tarde o temprano golpea a lxs oprimidxs.
Estoy preso por una coyuntura política, por una legislación sumamente represiva y un aparato judicial eternamente inquisidor (el 11° juzgado de garantía que ve mi caso se caracteriza por su implacable severidad). Estoy preso gracias al honroso desempeño de carabineros de la SIP de la 12° comisaría de San Miguel quienes no dudaron en improvisar una bomba molotov con parafina afirmando que yo la portaba lista para su uso. Estoy preso por un montaje, una farsa que el Estado hace ver como verdad. Estoy preso por una bastarda injusticia, una más del poder y su maquinaria.
No soy una víctima, no soy un mártir, no soy el primero ni seré el último. A pesar de todo, entiendo que estoy preso porque soy parte de un continuo que lucha contra la explotación y la autoridad, contra el Estado y sus injusticias. Mi experiencia es única y al mismo tiempo idéntica a la de mis hermanxs a lo largo del tiempo y del espacio. Hoy soy para la sociedad un número más dentro del matadero jurídico-represivo del Estado; unx más tras los muros.
De seguro que todxs aquellxs que hacen las leyes no tienen idea de lo que es estar presx. La cárcel encierra contigo a todo tu entorno más cercano, te obliga a aceptar a través del castigo las pautas normalizadoras de la sociedad capitalista. A veces destruye tus afinidades; otras las reconstruye. Sin embargo, la constante de todo es la indignidad de quitarle a un ser vivo la posibilidad de moverse a voluntad, la posibilidad de estar con sus seres queridxs, con aquellxs a lxs que ama, la posibilidad de hacer todo lo que parecía ser cotidiano e inalterable en la vida: en resumidas cuentas la posibilidad de vivir.
No tienen idea de cuánto extraño a mis hijos, a mis seres queridxs, a mi amor. No tienen idea de lo repugnante que es el mundo que acepta y naturaliza las prisiones como parte de la vida, un mundo vanidoso y enfermo que se expresa como una comedia ridícula a cada segundo en la TV. No saben la desesperación que inunda mis venas cada vez que escucho los aullidos que me llaman allá afuera. No tienen idea la rabia que tengo de verme cercado y limitado por “los muros que reprimen mi libertad” .
Es por esto que invito a solidarizar con todxs lxs presxs del país, de Wallmapu, de Grecia, de Italia, de México, de Turquía, de Palestina, Marruecos, Egipto y de todo el mundo. Acción directa y activa contra el poder, sus mentiras y sus cárceles.
Hoy, preso por las mentiras de la policía, digo más que nunca que ¡¡¡LOS MUROS DE ESTA ABOMINABLE SOCIEDAD CARCELARIA DEBEN CAER YA!!!
Asimismo envío un caluroso abrazo a todxs lxs que han estado conmigo. La cárcel es un proceso difícil para todxs -y vaya que lo ha sido para mí- y sin su apoyo todo sería peor. También quiero enviar besos eternos a mis retoños y a ese sol incondicional que no ha dejado que las llamas se apaguen en esta noche tan oscura. ¡Todo mi amor y mis ganas de salir para ellxs! ¡ Mi canto selvático es para ustedes!
Un saludo afectuoso y fraterno a todxs lxs que actúan, a lxs que hacen de la solidaridad un arma cargada contra el capital.
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